Corrupción y reputación: un coste para nuestras economía

Corrupción y reputación: un coste para nuestras economía

La economía no solo se mide en cifras de PIB, inversión o crecimiento del empleo. También se mide en confianza. Y hoy, esa confianza está en entredicho.

Las últimas noticias  sobre corrupción en el círculo  más cercano del presidente del Gobierno —que afectan a su esposa, su hermano y miembros clave de su partido — han generado una inquietud  en nuestra economía . Lo que está en juego es la reputación de España como país fiable, transparente y predecible. Y esa reputación es un activo económico de primer orden, que no podemos permitir que siga deteriorándose.

Según cálculos  recientes, el coste de la corrupción en trámites administrativos podría alcanzar los 7.000 millones de euros y destruir entre 15.000 y 20.000 empleos.  Pero hay un daño casi  invisible y muy corrosivo: la inseguridad jurídica que se instala cuando el poder político está rodeado  por escándalos. La inversión cae, los proyectos se cancelan, y las empresas —especialmente las pymes, sobre todo en Cataluña— se ven atrapadas entre la incertidumbre regulatoria y el descrédito institucional.

La economía no mejora  con el ruido. Necesita estabilidad, coherencia y ejemplaridad. Cuando el Gobierno incurre en contradicciones fiscales, pactos contradictorios y decisiones opacas —como ocurrió con la reforma fiscal o el rescate a Air Europa— se erosiona la credibilidad del marco normativo. Y cuando esa erosión se combina con corrupción, el resultado es una tormenta perfecta para que huya la inversión.

Las empresas únicamente no buscan rentabilidad. Buscan países donde las reglas se respeten, donde los contratos se cumplan, y donde el gobierno  sea una garantía de integridad. Cataluña, que ha sido referente en sectores como el turismo, la automoción o el farmacéutico, no puede permitirse que su imagen se vea empañada por escándalos que comprometen la legitimidad del Ejecutivo.

Desde el Partido Popular, creemos que la regeneración institucional no es una consigna: es una urgencia. Por eso defendemos que hay que reforzar la transparencia  y garantizar que ningún cargo público o familiar pueda beneficiarse de privilegios opacos. Porque la reputación no es patrimonio de un partido: es patrimonio de todos.

La economía necesita confianza. Y la confianza empieza por la ejemplaridad.

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